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Durante un periodo de 34 años, de 1976 a 1910, México fue gobernado por el Gral. Porfirio Díaz, sólo interrumpido de 1880 a 1884 donde gobernó Manuel Gonzállez, amigo de Díaz. Esta etapa se caracterizó por la modernización del país a costa de lo que fuese, fungiendo como principios el orden y el progreso, bases de la ideología positivista del francés Augusto Comte.

Rodeado del llamado grupo de los “Científicos”, Díaz llevó al país a un gran desarrollo de la industria basado, en gran parte, en la inversión extranjera. Díaz también logró establecer un periodo de paz tras los continuos conflictos que afectaron a México durante la mayor parte del siglo XIX. También floreció la cultura y la ciencia en su mando.

Cabe destacar que, como mencionamos al principio, este desarrollo se produjo sin importar el cómo, lo que claramente se reflejó en clase trabajadora, la cual padeció horarios laborales excesivos y salarios que no sustentaban sus necesidades.

Además, la clase media emergente, producto del fruto de la influencia positivista del gobierno de Díaz y que poseía el deseo de incorporarse a la administración política del país,  no tenía acceso a estos cargos, ocupados por gente que acompañó durante gran parte de la dictadura a don Porfirio.

Varios de estos reclamos e inconformidades fueron expresados en la prensa nacional, la cual fue reprimida por el poder, así como algunos levantamientos de obreros que reclamaban mejores salarios y menos horas de trabajo. Existió una gran brecha entre pobres y ricos, que tarde o temprano reventaría.

Fue así como en 1910, bajo el estandarte de “Sufragio efectivo, no reelección», Francisco I. Madero se levantó en contra del gobierno porfirista. Madero era parte de esta clase media burgués que con ideas liberales buscaba formar parte de la vida política del país. Díaz abandonó el poder en 1911, y Madero fue electo presidente en noviembre de ese año, terminando de esta manera el Porfiriato, ya iniciada la Revolución.

Al levantarse en armas Madero, lo secundan otros movimientos en distintas partes del país, con Emiliano Zapata en el sur y Francisco Villa en el norte, También los hermanos Flores Magón se habían expresado en contra de Díaz a través de la publicación de Regeneración y de El Hijo del Ahuizote.

Así, al ser asesinado Madero en 1913, Victoriano Huerta usurpó la presidencia, lo que causó que el país se bañara de sangre por los constantes enfrentamientos entre las distintas fuerzas revolucionarias. Estos conflictos duran hasta en 1917, cuando  Venustiano Carranza se reúne a las diversas fuerzas a formar la Constitución que actualmente rige al país.

En 1918, Carranza es asesinado y Adolfo de la Huerta ocupa el interinato en la presidencia. Convoca a elecciones un año después y queda electo presidente Álvaro Obregón, cuyo mandato se da de 1920 a 1924. Con Obregón, el país inicia una etapa de institucionalización y de reconstrucción de un nuevo equilibrio.

En 1924, Plutarco Elías Calles sigue la línea implantada por Obregón durante su periodo, hasta que, en 1928, Álvaro Obregón fue elegido nuevamente presidente. A Calles y varios miembros del gobierno no les pareció bien ya que iba en contra de los ideales de la Revolución, por lo que fue asesinado ese mismo año y Emilio Portes Gil ocupó el interinato, comenzando así la etapa del Maximato.

Este periodo se caracteriza por el control de Calles sobre los sentados en la silla presidencial  de 1928 a 1934, que fueron Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, todos ocupando cargos de dos años. El Jefe Máximo de la Revolución, como era conocido Calles, dirigió indirectamente al país a través de los ya mencionados personajes.

Esta etapa termina al llegar el Gral. Lázaro Cárdenas al poder, quien exilia a Calles y ejerce su gobierno de manera libre. Cárdenas maneja al Estado fortaleciéndolo como árbitro en los conflictos sociales y empleándolo como director de una economía política. Durante este periodo, se da la creación sindicatos y organizaciones de obreros, campesinos y de sectores populares.

Esto cambia radicalmente con el Gral. Ávila Camacho, quien con su proyecto de Unidad Nacional, reprime los movimientos sociales y controla indirectamente varios sindicatos y organizaciones para mantener la paz en el país.

Cadáveres, cadáveres y más cadáveres aparecían incesantemente en las principales plazas del país. La violencia, la miseria y la corrupción se mezclaron entre sí para crear una sangrienta sinfonía que desangró a nuestra agonizante nación por más de siete largos años.

La represión, la pobreza y la falta de educación tornaron a la Revolución Mexicana en una engañosa válvula de escape en la que los más marginados vertieron sus efímeras esperanzas de obtener una vida mejor.

A lo largo de este periodo, el corrido cobró una enorme importancia al convertirse en un medio catártico por el cual se narraban historias, héroes, tragedias, hazañas bélicas y romances sin consumar.

Culminada la Revolución Mexicana, el país estaba hecho pedazos, no había industria y más de un millón de almas habían sido brutalmente silenciadas.

Álvaro Obregón, quien fue el verdadero triunfador de la revolución, tenía ahora en sus manos la titánica tarea de reconstruir México.

Este proceso no sólo se basó en la pacificación de la nación bajo un proceso corporativista, sino que también se apoyó en un proyecto cultural y educativo (encabezado por José Vasconcelos) que ayudaría a la forja de una identidad nacional para poder así crear y educar mexicanos que contribuyeran a la creación de una clase media que sostuviera el proyecto de nación.

El arte es producto de las contradicciones. El arte mexicano proviene (al igual que los mexicanos mismos) de un choque cultural entre lo europeo y lo mesoamericano.

José Vasconcelos caviló el concepto de “raza cósmica”, el cual establecía que el latinoamericano es el crisol de la sangre blanca, negra y amerindia, representando lo mejor de éstas y el futuro de la humanidad.

El muralismo es el máximo exponente del proyecto y visión vasconcelista. Sin embargo, en todo el arte mexicano post-revolucionario, también encontramos remembranzas y una exaltación del sincretismo cultural del cual todos los mexicanos somos hijos.

 Lo anterior explica porque todas las expresiones artísticas y culturales de México, hasta aproximadamente la década de 1980, están dotadas de un aura nacionalista que, sobre todas las cosas, resalta la mexicanidad.

El corrido

Publicado: diciembre 13, 2011 en Uncategorized
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La música, en todas sus manifestaciones, ha sido desde siempre una constante compañera del hombre. Ésta no sólo intenta aproximarse a los sonidos de la naturaleza, sino que también funge como portavoz de la historia y de las hazañas  heroicas.

A mediados del siglo XIX, en México surgió el corrido, un género épico-lírico-narrativo en cuartetas de rima variable, con una forma literaria sobre la que se apoya una frase musical usualmente compuesta por cuatro miembros. Los corridos -influenciados, en lo épico, por el romance español y, en lo lírico, por la copla y el cantar- generalmente relatan aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de las multitudes.1

 Durante la revolución mexicana, los corridos difundieron y ensalzaron las proezas, las hazañas guerreras, los fieros combates y las trágicas muertes de héroes anónimos.

 Sin embargo, los corridos relatan también muchas otras cosas: desastres, catástrofes naturales, dramas familiares y pasionales, hechos revolucionarios, sucesos felices y trágicos de todo tipo.

 Hacen referencia también a famosas carreras de caballos; consignan la inauguración de carreteras, puentes y líneas ferroviarias, satirizan, atacan y defienden a políticos y caudillos; ahondan, a veces, en la realidad internacional, comentan sucesos deportivos, narran la vida de los campesinos, los obreros y la gente sencilla del pueblo, y cuentas, también, historias de amor.2

Todo lo anterior los convierte en una de las manifestaciones musicales más importantes y populares del país, sobretodo en la época de la Revolución, en la cual, en México, la mayor parte de la población era analfabeta y los medios de comunicación o eran inexistentes o tenían un alcance bastante limitado.

En los tiempos de la revolución, los cantantes viajeros recitaban los corridos en las calles o las plazas públicas, para comunicar novedades acerca de los acontecimientos importantes, así como lo habían hecho los trovadores de la Edad Media. La fuerte difusión de los corridos también tiene que ver con la venta de los textos impresos en papel de colores en las ferias y fiestas populares. Estas impresiones frecuentemente estaban ilustradas aquellas de la casa Vanegs Arroyo por el entonces totalmente desconocido artista José Guadalupe Posada.3

Estas hojas servían frecuentemente para la difusión de ideas revolucionarias. Eran algo así como celdas de lo subversivo que normalmente, fueron ignoradas por parte de la censura, ya que estas hojas se consideraban como ‘asuntos del populacho’ sin importancia.

El musicólogo Vicente T. Mendoza opina que el primer corrido «como tal» fue ‘Macario Romero’ que data del año 1898 y surgió en el estado de Durango. El texto relata un acontecimiento del año 1810.

Debido a su carácter popular, los corridos generalmente eran anónimos o si llegaban a tener autor, éste prácticamente estaba fuera de todo registro histórico, por ello destaca la figura de Vicente T. Mendoza, quien dedicó gran parte de su vida a la recopilación y estudio del corrido.

Los más importantes recopiladores de corridos son:

Dario Orihuela, John ReedAlicia Olivera de Bonfil, Eduardo Guerrero y Vicente T. Mendoza.

Los más importantes compositores o transmisores de corridos de los que se tiene registro son:

Matías Cruz Arellano, Juan Ortega, C. N Martínez, José Uribe, Francisco Cuervo Martínez, Antonio del Río Armenta, Pepe Guízar, Graciela Olmos, Genaro Núñez, Cuco Sánchez, Víctor Cordero, Micaela Marín y Ma. Dolores Gamiño, Samuel M. Lozano, José Ríos, Lira-Mendoza, David González.

Algunos corridos importantes son:

Corridos de la revolución

 «Hay un hombre aquí en el norte» (recopilado por Dario Orihuela)

 «La cucaracha porfirista» (anónimo)

 «Nos dejaron los olotes» (anónimo)

 «Güerotes patas de perro» (anónimo)

«La güera» (recopilado por John Reed)

 «Corrido de Pascual Orozco» (Matías Cruz Arellano)

 «En los altares de la patria está Zapata» (Marciano Silva)

 «El quinto de oro» (recopilado por Alicia olivera de Bonfil)

 «El corrido de las comadres» (anónimo)

 «La toma de Chilpancingo» (transmitido por Matías Cruz Arellano y recopilado en 1969 por Alicia Olivera de Bonfil. Publicado en el boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia)

 «Sobre Victoriano Huerta» (recogido por John Reed)

 «Corrido de Francisco Villa» (recogido por John Reed)

 «La toma de Zacatecas» (Juan Ortega)

 «Los Combates de Celaya» (C. N Martínez)

 «Canto a la muerte de Pancho Villa» (recopilado por Vicente T. Mendoza)

 «De la intervención Americana» (editado y recogido por Eduardo Guerrero)

 «La cucaracha villista» (recogido por Vicente T. Mendoza)

 «De la persecución de Villa» (recogido por Vicente T. Mendoza)

 «De los Dorados» (José Uribe)

 «La batalla de Zacatecas» (Francisco Cuervo Martínez)

 «La Adelita» (Antonio del Río Armenta)

 La Valentina (popular)

 «Las mañanitas»  (Benjamín Argumedo)

 «Corrido del Norte» (Pepe Guízar)

 «Corrido de Durango» (Graciela Olmos)

 «Con mi 30-30» (Arr. De Genaro Núñez)

 «Aquí está Heraclio Bernal» (Cuco Sánchez)

 «Ahí viene Maclovio Herrera» (Víctor Cordero)

 «Madero» (comunicado por Micaela Marín y Ma. Dolores Gamiño)

 «La Toma de Ciudad Juárez» (recopilado por Vicente T. Mendoza)

 «La decena trágica» (Samuel M. Lozano)

 «A Venustiano Carranza» (José Ríos)

 «Felipe Ángeles» (Samuel M. Lozano)

 «Benjamín Argumedo» (Dominio Público)

 «Marieta» (Samuel M. Lozano)

De Braceros y chicanos

 «Vivan los mojados» (Luis Armenta)

 «Corrido del inmigrante» (anónimo)

 «La compañía de tranvías» (anónimo)

 «Desde Morelia» (anónimo)

 «Arriba Raza» (anónimo)

«Adiós México Querido» (Juan José Molina)

«A dos dólares la hora» (anónimo)

«A El Paso» (Mario Ríos)

 «La cucaracha mojada» (anónimo)

De amores y tragedias pasionales

 «Mañanas de Belén Galindo» (anónimo, Zacatecas, 1883)

 «Román Colón» (anónimo)

 «Bola a Carmela» (anónimo)

 «Agustín Niño» (anónimo)

 «Un Recuerdo a Isabelita» (anónimo)

«Rosita Álvirez» (Colima, tradición oral)

 «La Vaca Mansa» (Melquiades Martínez)

 «La canción del fiel amante» (Antonio Cruz)

 «Los dos hermanos»  (Juan Mendoza)

 «Micaila» (Transmitido por Max Brauer y recopilado en México en 1945)

 «Cuca Mendoza» (Jacobo Dalevuelta en Cantos de México 1930)

 «Corrido de mi negrita» (anónimo)

«Juanita Alvarado» (anónimo)

 «La Entallada» (Pepe Albarrán)

 «La Lupe» (Lalo González)

» Volvió por ella» (Rafael Buendía)

 «Veinte Años» (Felipe Valdés Leal)

 «Rancho Escondido» (Agustín Jaramillo)

 «Prisionero de San Juan de Ulua» (anónimo)

 «La Pistolota» (Silvestre Méndez)

 «La Martina» (Consuelo Castro)

 «Conchita la viuda alegre» (Consuelo Castro)

 «Juan Charrasqueado» (Víctor Cordero)

 «La rielera» (Samuel M. Lozano)

 «Don Palomas» (Juan Gaytán)

 «Doña Elena y el francés» (Arr. David González)

 «Minerva» (Reynaldo Martínez)

 «La mesera» (Esteban Navarrete)

«Don Dinero» (Rafael Buendía)

 «Ya las pestes se van» (Antonio Vanegas Arroyo)

 «La traición japonesa» (Guillermo Argote)

De mineros

 «Cananea» (anónimo)

 «El corrido de fresnillo» (Proporcionado por Manuel Martínez en Fresnillo)

» El corrido de Mazapil» (Proporcionado por Angel Aguayo de 96 años y compuesto en 1847)

De padres, madres e hijos

 «Corrido de los hijos ingratos» (Luis Martínez)

 «Mañanitas para las Madres» (Elías González)

«Corrido del parricida»  (Leopoldo Bravo y recopilado por Eduardo Guerrero en hoja suelta)

 «Corrido del hijo pródigo» (Silvino Martínez y editado por Eduardo Guerrero en hoja suelta)

 «Corrido del hijo desobediente» (anónimo, 1937)

 «Consejos de una madre» (Ortega Leal)

 «Benjamín» (comunicado por José Gordillo)

De Ciudades

 «Támpico Hermoso» (Samuel M. Lozano)

» Un Recuerdo a Puebla» (Samuel M. Lozano)

 «A Cuernavaca» (anónimo)

 «Corrido de la Ciudad de México» (anónimo, finales del siglo XIX)

 «Arriba Sinaloa» Ignacio Jaime

 El Quelite (México D.F) – (Comunicado por Manuel Piña)

 «Qué lindo es Michoacán» (anónimo)

 La feria de San Marcos (Juan S. Garrido)

» Viva México» (Pedro Galindo)

 «Juan Colorado Bermejo» (Esparza Oteo)

 «El Chivo» (Arr. Antonio Acosta)

 «Sonora querida» (Saúl Castell)

De los cristeros

 «Corrido de los cristeros» (partido conservador)

1.Mendoza, Vicente, 1954, El corrido mexicano, 10ªreimpresión, FCE, México.

2.Vélez, Gilberto (1990), Corridos mexicanos, 3ª edición, Editores mexicanos unidos, México.

3.http://infomorelos.com/cultura/mexmusic.html

José María Albino Vasconcelos Calderón es uno de los grandes ideólogos y educadores mexicanos que más se preocupó por la educación en México. Es conocido por la gran reforma educativa que realizó después de la Revolución Mexicana y por sus ideas sobre “la raza cósmica” producto del mestizaje.

José Vasconcelos nació en Oaxaca el 27 de febrero de 1882. Fue abogado, político, escritor, educador y funcionario público. Durante su infancia, vivió en varias poblaciones mexicanas y, a partir de 1897, vivió en la ciudad de México, lo cual influyó en su visión del pueblo mexicano a través de sus regiones.

Vasconcelos es considerado en México el primer gran reformador de la educación y “mecenas de la cultura”, consolidando una filosofía de nacionalismo cultural, creando un proyecto educativo diferente a los que se habían hecho antes.

Vasconcelos quería construir una nación, formando desde cero a mexicanos con ética, haciendo ciudadanos comprometidos, que generaran una cultura política que les permitiera ser parte de algo. Que tuvieran cultura, educación y valores; es decir, identidad.

Para poder llegar a conseguir los objetivos que buscaba, Vaconcelos creo dos proyectos, uno educativo y el otro cultural, así podría construir lo que buscaba, raíces nacionalistas.

“Mi plan estableció un Ministerio con atribuciones en todo el país y dividido para su funcionamiento en tres grandes departamentos que abarcan todos los institutos de cultura; a saber: escuelas, bibliotecas y bellas artes.”

En el proyecto cultural Vasconcelos se destacó el muralismo, ya que por medio de este se mostraban los aspectos mexicanos, transmitían el orgullo por lo mexicano, y en ellos se plasmaba la historia de México.

Pero, a pesar del gran impulso que tuvo el muralismo con Vasconcelos, su proyecto no sólo se enfocó en este arte, sino que todas las artes entraban en la búsqueda, en la construcción, en la recuperación de lo mexicano.

Por ello, “el departamento de Bellas Artes tomó a su cargo, partiendo de la enseñanza del canto, el dibujo y la gimnasia en las escuelas, todos los institutos de cultura artística superior, tal como la antigua Academia de Bellas Artes, el Museo Nacional y los Conservatorios de Música”.

En las escuelas primarias operaban juntos los tres departamentos encargados cada uno por su función, “la gimnasia, el dibujo y el canto a cargo de especialistas y no del mismo maestro normal”.

Para que la educación que se impartiera fuera de calidad, Vasconcelos creó escuelas normales ambulantes, encargadas de mejorar profesionalmente a los maestros en servicio y de promover el mejoramiento económico y social de las comunidades.

La Misión Cultural estaba compuesta por un grupo de maestros, generalmente un jefe, un trabajador social, un experto en higiene, cuidados infantiles y primeros auxilios, un instructor de educación física, un maestro de música, un especialista en artes manuales, y un especialista en organización de escuelas y métodos de enseñanza.

“La invasión de las escuelas primarias por los pintores y músicos lleva a que el soplo directo de la inspiración del artista invada la conciencia del niño, despertando su propia inspiración”.

No sólo el impulso del gusto por las artes quedaba en las escuelas, sino que también se publicaron libros para estos fines, ya que Vasconcelos consideraba que para consolidar la cultura en México era necesario fortalecer la lectura de buenos libros. Por ello fortaleció la actividad editorial en México.

El fortalecimiento de la cultura universal también llevó a divulgar y consolidar la cultura nacional, especialmente los aportes de las culturas indígenas y en general la cultura mexicana.

Se auspició la divulgación de las artesanías populares, la música mexicana y demás expresiones populares fortalecieron la identidad y la autenticidad mexicana.

Era necesario llevar hasta las clases más pobres de la población la enseñanza estética, para ello la Dirección de Cultura y Estética, encabezada por el el profesor Joaquín Beristain, se encargó de desarrollar y difundir particularmente la música, que permite, más que la pintura o la arquitectura, esa comunión de danza, declamación, canto y melodía.

La reforma de la educación hecha por Vasconcelos tomó en cuenta la música como elemento de nacionalización, como creadora y removedora del espíritu patrio: “de la música emana una fuerza civilizadora tan grande como la de las religiones”.

“La música transforma la belleza abstracta en una cosa profunda y humana y que el trabajo no es sino una fatiga fea y brutal, una plebeya servidumbre, cuando no va acompañada por esos paréntesis espirituales que son el canto y la música”.

Vasconcelos ofrecía al pueblo conciertos, murales, ballet, teatro, involucrándolo directamente, o sólo como participante, en esas realizaciones, para que se alejaran de sus vicios como el alcoholismo y la pereza, “mientras haya pulque y corridas, no habrá teatro mexicano, ni arte mexicano, ni civilización mexicana”.

Así las actividades artísticas que contribuyen a la sociabilidad del pueblo mexicano se transforman en vehículos de la expresión de los sentimientos colectivos o de nuevos valores éticos y sociales.